BLACK MIRROR: RUSH

Rush: Never Fake It.

Hay maniobras complicadas. Giros demasiado rizados. Y sobre todo mucho cinismo. Las paradojas del arte político llevan más de cincuenta años en el debate de la práctica artística y la crítica de arte, el debate parece seguir estando ahí cuando ya se han dado más que respuestas suficientes; pero muchas prácticas de supuesta intencionalidad política activan una y otra vez, de forma ya pesada, el mismo parangón de siempre. ¡Panfletario! Es la etiqueta que de forma común se utiliza en círculos especializados para denominar a ese tipo de práctica—ya se quiera denominar artística o creativa: existen diferencias— en la que su relevancia política pasa simplemente por formalizar o performar un texto legal, la cara de un personaje político o la conmemoración monumental en el espacio público. Esta etiqueta es certera, aunque en muchas ocasiones es utilizada en exceso para enmascarar prejuicios y conservadurismos bajo una “afilada” mirada crítica. Coco Fusco y Claire Bishop pueden ser buenas interlocutoras para esto. Los tiempos son otros y esa idea arraigada en el ideario crítico del arte contemporáneo sobre su obligatoriedad de denunciar los procesos y las lógicas de poder escondidas en el día a día ha tomado otro rumbo.(1)

En el seno de este debate, manifestaciones artísticas ligadas a procesos políticos muy contestatarios y de base identitaria suelen estar en el punto de mira, sobre todo aquellas que se incardinan con los movimientos feministas y queer, el anticolonialismo o los movimientos raciales (ahora también el ecologismo). Todos estos grupos han tenido entre sus agendas el ejercicio arqueológico de desenterrar vidas de artistas o científicas negras en el pasado, de contar las historias queer escondidas entre muchxs amigxs, o de revitalizar la potencia epistemológica de los pueblos originarios de los territorios colonizados por los blancos. Esta necesidad de contar historias y mundos escondidos ha tenido en el representacionalismo un aliado central: la fotografía posmoderna es el mejor ejemplo de ello. En otros lugares he sostenido que después de los años ochenta y en todo el transcurso de los noventa muchos artistas ligados a estos movimientos han dejado en desuso tanto los procesos de desenmascaramiento(sospecha-paranoia), así como la utilización evidente de los sujetos a representar. Siguiendo a Hito Steyerl y Perniola, pero también a Karen Barad, ¿por qué no abandonar la subjetividad por un momento y convertirnos en cosas?.(2)

Félix González-Torres en 1995, respondiendo a una pregunta de Robert Storr sobre el arte político pedía atender al arte abstracto y considerarlo político ¿por qué?: “¡Porque ellos no parecen políticos! Y como sabemos todo es sobre parecer natural, es todo sobre ser el aspecto normativo de cualquier segmento de la cultura con el que estemos lidiando, de la vida.” (3) Parte de este espíritu fue un par de años más tarde recogido por el teórico José Esteban Muñoz bajo la rúbrica de la desidentificación: respuestas políticas que los sujetos minoritarios dan frente a las identidades monolíticas que las lógicas culturales normativas, heterocentradas, blancas y misóginas les imponen. (4) La reflexiones del artista caribeño así como las lógicas de la desidentificación que teorizó José Muñoz ha sido uno de los ejes articuladores de la exposición Black Mirror: Rush de Fernando Bayona.

Sí, puede parecer bastante cínico hablar de arte político, cinismo y desidentificación si se tiene conocimiento de la trayectoria del artista granadino, caracterizada por el uso en sus fotografías de cuerpos hipernormativizados. Pero recordar que la desidentificación para Muñoz no es simplemente una terminología bajo la que reunir ciertas manifestaciones culturales, también es un ejercicio de supervivencia, una hermenéutica, y una práctica crítica que nos permita sobrellevar las contradicciones del mundo capitalista. De ese modo Bayona, consciente de sus tendencias estéticas anteriores, así como de su performance corporal hegemónica, pone en evidencia a través de su último proyecto el modo en el que ha puesto en crisis su modo de vida. No es esta exposición un manifiesto a favor de la emasculación o una guía de cómo desmasculinizarse. No aporta soluciones, ni quizá tampoco hace extensivos mapeos de cómo la masculindad y lo gay se relacionan. Más bien busca evidenciar los síntomas del problema que atraviesan ambas nociones. El conjunto de imágenes, esculturas e instalaciones que conforman la exposición puede entenderse como mesetas deleuzianas en las que Fernando explora cuáles son las lógicas que circulan en los espacios de la camaradería gay. Ha seguido varios topos claros que vertebran parte del mundo gay, y que quedan conectados entre ellos a través de la referencialidad a lo acelerado, con elementos propios de las vías de comunicación y transporte. Uno de los más interesantes es el modo en el que relaciona la cercanía de un espacio de cruising de Granada con campos de maizales y las lógicas coloniales y racistas existentes en estos mundos puestos en crisis.

Entender estos síntomas en términos de economías afectivas puede ayudar a comprender la intencionalidad del artista para con este proyecto, el que de momento sigue abierto y en construcción: los afectos se generan en la circulación entre cuerpos, objetos y signos. En los puntos circulatorios de los flujos afectivos, aquí representado por abstracciones surgidas de carrocerías de coches siniestrados o de espacios naturales de cruising, se pueden localizar los problemas de adicción por parte de este mundo puesto en crisis en el que confluyen drogas de consumo festivo y sexual; anabolizantes y otro tipo de químicos para la obtención de cuerpos hipermusculados. La des-erotización y la pérdida del placer de las prácticas sexuales no-normativas, así como el consumo de otro tipo de químicos y medicamentos para combatir el insomnio provocado por el uso de dichas drogas y los problemas de adherencia surgidos con tratamientos retrovirales o de pre-exposición al vih. Pero la intención del artista no es presentar el proyecto como una epifanía moralista sobre lo malo del consumo de ciertas sustancias o de lo destructivo de ciertas formas de vida, sino de problematizar y hacer debatir cuáles son las condiciones de posibilidad y emergencia de dichos problemas; conformar más bien debates y parlamento sobre tales mundos en lugar de denunciar y aportar soluciones concretas.

Muchas pensadoras y artistas han puesto sobre la mesa el potencial de ciertas sustancias para crear mundos y futuros queers, esta exposición recorre ese interés en mostrar las fallas de la cultura gay o queer, de los abusos de lo inmediato y las sombras de lo normativo. Ha apostado por eludir una estética (y una metafísica) de la presencia, prefiriendo conducir el discurso a través de texturas, abstracciones y salpicones. We are not yet queer. Félix González-Torres ha muerto, José Muñoz nos ha dejado; Wolfgang Tillmans sigue aquí, también Halberstam e Isaac Julien: ¿quieres tomar éxtasis con nosotras?.

Álex Martín Rod


1 Boris Groys: Arte en flujo. Caja Negra, Buenos Aires, 2017.

2 Hito Steyerl: “A Thing Like You and Me”, E-flux, #15, 2010. Mario Perniola, Sex Appeal of the Inorganic. Continuum, Nueva York—Londres, 1994. Karen Barad: “Posthumanist Performativity: Toward an Understanding of How Matter Comes to Matter” en Sign. Journal on Women and Society, University of Chicago, Vol. 28, nº3, primavera 2003.

3 Disponible en https://creativetime.org/programs/archive/2000/Torres/torres/storr.html.

4 José Esteban Muñoz: Disidentifications. Queers of Color and the Performance of Politics. University of Minnesota Press, Minneapolis, 1999.

Artista

Fernando Bayona

Inauguración

Jueves 04.11.21

19:00h

Duración:

04.11.21_22.12.21